No se sabe exactamente cuando había nacido pero sí el lugar; era en una pequeña isla del océano pacifico llamada Abingdon, mejor conocida como la Pinta, probablemente en homenaje a una de las carabelas de Colón.
Tampoco recordaba quién fue el primero que lo llamó Jorge, mejor dicho el solitario George como le decían desde hace exactamente 40 años.
Su piel, especialmente la del cuello extremadamente arrugada, reflejaba en cada pliegue las huellas del tiempo y escondía una historia; había escuchado hablar de 2 grandes guerras, de epidemias y de extraordinarios descubrimientos, pero nada había cambiado tanto su vida como aquello que presenció siendo aún muy joven.
En los últimos años frecuentó hombres y mujeres de todas las razas, que fueron a visitarlo; pero él hubiera querido conocer a Charles, aquél joven científico Inglés que se encontró con sus antepasados, unos 80 años antes de que él naciera; hubiera querido preguntarle al sabio porque los hombres eran tan dañinos y crueles.
Recurrentemente volvían a su memoria imágenes de su infancia, de cuando jugaba a las escondidas con sus hermanos y camaradas; cuando desde la orilla de aquel mar turquesa, veía revolotear a las fragatas, a las gaviotas de cola bifurcada y a los piqueros de patas azules que se arrojaban desde las alturas en perfectos clavados para emerger con alguna presa en su pico.
Que maravillosa época cuando compartían la isla con iguanas marinas, focas peleteras y otras aves y mamíferos que hoy ya ni recordaba a que familias pertenecían.
Su respiración se entrecortaba de emoción cuando el cielo se enrojecía, rugía el gran volcán y llovían piedras de todos los tamaños.
Olvidó muchas cosas, posiblemente más de las que recordaba, pero lo que nunca pudo borrar de su memoria, aunque habían pasado más de 70 años, fue aquel día que los piratas se llevaron a todos los suyos; el se salvó, tal vez porque era muy pequeño o porque no lo habían reconocido, escondido detrás de un montículo de lava petrificada.
Era terrible ver con la ferocidad que trataban a sus congéneres; es verdad que no los mataban, pero los arrastraban por la fuerza hasta los grandes barcos, los levantaban con redes y luego desaparecían por siempre; ancestrales relatos daban cuenta que muchos miembros de su familia tuvieron un fin similar.
Los pocos que se salvaron, tenían ahora que compartir la isla con nuevos habitantes; las cabras, que apenas le dejaban restos de las tiernas hierbas que tanto abundaban por esas tierras y las ratas, que se comían los futuros descendientes. Ya casi no le quedaban fuerzas cuando otros hombres lo recogieron y llevaron a la isla de Santa Cruz a un laboratorio que se llamaba igual que aquel hombre que las había visitado en 1835; hubiera querido conocerlo para que le explicara porque había tanta crueldad en este mundo.
Buscaron a sus hermanos en la misma isla pero nadie sobrevivió; trataron de consolarlo con 2 hembras mucho más jóvenes que nunca lo excitaron demasiado ya que extrañaba a las Abingdonii, cuyas curvas eran únicas, exactamente moldeadas para que él las montara
En los últimos años su caminar era aún mas lento, igual que su ritmo cardíaco que a duras penas alcanzaban los 20 latidos por minuto; pasaba las horas bajo la sombra del mismo árbol y solo interrumpía esta rutina 2 veces por día, para desplazarse lánguidamente hacia el aguadero.
Nada lo inmutaba, los murmullos de la gente y los flashes de las cámaras le molestaban tanto como esas 2 jóvenes que solían provocarlo pero no lograban quitarle la tristeza que lo consumía lentamente.
Decían que era tímido, retraído, demasiado pacífico, tal vez miedoso, pero nadie jamás imaginó que sólo era desolación.
Tuve la oportunidad de volver al Ecuador para participar del décimo aniversario de la fundación de la Escuela de Medicina de su Universidad Internacional (UIDE); el Curso “Trascendiendo Fronteras en Cardiología, Enfermedad Cardiovascular y Cerebrovascular”, tendría lugar en Quito del 5 al 9 del Mayo del 2012 con la intervención, entre otros invitados, de la Dra Carol Greider mundialmente famosa por su descubrimiento de la enzima telomerasa, por la que recibió el premio Nóbel de Medicina en el año 2009. Llamativamente el convite también incluía una promoción para realizar un tour de 4 días a las islas Galápagos.
Imposible describir la excitación que me producía el hecho de participar de tan importante Simposio; tal vez poder conversar en algún momento con un premio Nóbel y de cumplir el postergado sueño de visitar las islas encantadas con su santuario animal.
El evento científico fue totalmente exitoso con la asombrosa experiencia de compartir todas las actividades científicas y sociales con el Sr. decano, con el coordinador académico, los profesores y los estudiantes de la Universidad.Volví a recorrer el centro histórico más grande y mejor conservado de América, tocar el punto donde el mundo se divide, saludar a viejos amigos y estar muy cerca de dos celebridades mundiales.
La Dra Carol Widney Greider, bioquimica, nacida en EEUU en 1961, modesta como todos los grandes, nos explicó la importancia de la telomerasa en el proceso de envejecimiento; Los telómeros son estructuras que protegen los extremos de los cromosomas, con cada división de la célula se acortan y reducen hasta que ya no pueden desempeñar su función, con lo que la célula deja de dividirse y envejece o muere (determinando el limite proliferativo de la célula lo que se conoce como senescencia celular); la telomerasa frena este efecto, reconstruye los telómeros y corrige el reloj biológico de la célula.
Cuando sólo tenía 24 años publicó en la revista Cell la descripción de esta enzima, denominada transferasa terminal del telómero y que inmediatamente pasó a ser conocida como telomerasa. Todos estos descubrimientos tuvieron una enorme relevancia en nuestra visión del proceso de senescencia a nivel molecular, así como en la biología del cáncer.
Pudimos compartir algún trago con ella (ver foto1), preguntarle por futuros proyectos y porqué algunos seres vivientes solo perduran días y otros viven hasta los 150 años;
Difícil pensar en un factor único, como el que los telómeros de las células de las especies mas longevas son mas largos?, posiblemente influyan también el metabolismo, el estilo de vida, la felicidad y el sufrimiento, el estrés, la dieta y el ejercicio. El misterio de la supervivencia es complejo y todavía no nos fue develado en su totalidad
Foto 1. Con la Dra Carol Greider premio Nobel de Medicina 2009.
Ahora iba en busca del otro famoso; luego de volar desde Quito, vía Guayaquil a la Isla de Baltra pude visitar 4 de las 13 islas más grandes que con sus 5 millones de años parecen conservarse igual; nueve de ellas están solo habitadas por pinzones, tortugas, cangrejos, pelícanos, piqueros de patas azules o rojas, iguanas negras y amarillas, pájaros ostreros, cormoranes que no vuelan, millares de lobos marinos tomado sol entre las piedras o sobre sus cálidas arenas, y hasta algunos pingüinos que sólo llegan a medir 35cm; todos en una actitud de paz y armonía.( fotos 2-7)
Foto 2. Pájaro ostrero Foto 3 Piquero con cria Foto 4 Iguana amarilla
Foto5. Pareja de Pingüinos Foto 6. Iguanas y cangrejos Foto 7. Lobos peleteros
El tiempo se ha detenido sobre la lava negra cubriendo superficies quilométricas con caprichosas formas que dan una escenografía única casi prehistórica, si uno observa el aspecto de las miles de iguanas que fueron contemporáneas a los dinosaurios (Fotos 8 y9)
Foto 8 y 9. Iguanas negras de Galápagos con su larga cresta dorsal
Tuvimos oportunidad de nadar entre tiburones y rayas, cardúmenes de todos colores y ver algunas tortugas marinas. Largas caminatas nos hicieron expertos, capaces de reconocer el cantar del cucuve y del pinzón cuando solo unos pocos días antes no diferenciábamos un reptil de un crustáceo.
Espectaculares paisajes quedaron inmortalizados en imágenes fotográficas (Fotos 10-13)
Foto 10. El león dormido Foto 11. El Monje rezando Foto 12. Isla Bartolomé
Foto13.Vista panorámica desde el faro de la Isla de Bartolomé; el pináculo como su icono
Ya nos teníamos que volver pero faltaba la despedida; el último día a las 6 de la mañana desembarcamos en la isla Santa cruz para visitar el mundialmente conocido Centro científico Charles Darwin, sin el cual el ecosistema de Galápagos, con su numerosa fauna endémica ya hubiera desaparecido.
Visitamos el centro de reproducción de tortugas en cautiverio y luego de recorrer sus corrales pude estar frente a frente con la otra mega celebridad a quien había venido a visitar, o tal vez sin saberlo a decirle adiós (Fotos 14-16)
Fotos14-16. El solitario George identificado en 1971,cien kg.de peso con un caparazón de 1.5 mts de largo, último sobreviviente de la especie Cheloinoidis Abigdonii
El encuentro fue breve, nos separaban diez escasos metros cuando sacó su cabeza del caparazón y nos calculamos la edad: 60, 80, tal vez 100 años, imposible saber que pensaba el solitario George pero me vino a la memoria la última frase del Aleph, aquel famoso cuento de otro Jorge, “ nuestra mente es porosa para el olvido yo mismo estoy falseando y perdiendo bajo la trágica erosión de los años…”
Apenas, unas semanas mas tarde, mas precisamente en la mañana del domingo 14 de Junio del 2012 su cuidador Don Fausto Llerena lo encontró muerto y con él se cerró el árbol genealógico de su familia, con él se extinguió otra especie de nuestro planeta y parte de la historia.
La autopsia no pudo encontrar la causa de su fallecimiento …
Vuelta a Ezeiza
¿Algo para declarar ?
La maleta llena de recuerdos, anécdotas y vivencias muy especiales.